jueves, 19 de junio de 2014

Sabor a silencio

 Se la sabía, sin quererlo se había aprendido cada coma, cada punto y silencio de aquella conversación y con tan solo releerla, el agobio de aquella noche le perseguía.
Un sabor al peor jarabe que puedas asociar, una mezcla que raspa, quema y aunque lo intentes evitar se queda.

Como su nombre en su cabeza. 
Se queda y vacila, porque nunca se marcha, solo pisa la puerta agarra el poco y permanece ahí, firme con cara desafiante y el labio inferior entre los dientes. 
Sin decir una palabra (como siempre)

Como si fueran niños que juegan a la estatuas, pero sin canción de fondo que les detenga,  la tensión que existe le quita protagonismo  a todo, es palpable, hasta un punto que intimida, que acojona

Y es que cuando ambos quieren, no hay quien los separe. 
Pero si la situación no lo permite, lo dejan correr como si se tratara de un grifo que ninguno se molesta en cerrar, en dar el paso, porque "total" 
¿Para qué darlo?

Aunque pensándolo mejor,
  quizá hubiera merecido la pena...

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